martes, 27 de noviembre de 2012

Capítulo 1 parte II


Holaaa! Aquí vengo con la siguiente parte del primero capitulo, que la disfrutéis! :D



No podía creerme aún la catastrófica noticia. Ni siquiera había comido nada desde ese día, no tenía la cabeza para pensar en comida. Mi nevera rugía. Un zumo de naranja era todo cuanto ocupaba en mi estómago al terminarme el tetrabrik esta mañana. Dos días después del accidente, mi tía apareció en casa con unas pintas deplorables. Su vestido largo veraniego que en otra situación le hubiera dado una imagen fresca y juvenil esta vez empeoraba su físico con la melena poco peinada y las gafas de sol que llevaba en un intento por cubrir sus hinchados ojos.

-Hola tía. Pasa y siéntate-musité a modo de saludo acompañándola al comedor.

Me senté junto a ella viendo sus marcadas ojeras adornando sus ojos al sacarse las gafas de sol. Fruncí los labios mirando por un instante a una pequeña figura en el centro de la mesa en forma de perro. Margarett me cogió de las manos y me obligó a girarme hacia ella.

-¿Has comido algo Anna? Te veo más delgada.

No contesté aún así ya sabía que mi cara pálida le indicaría que no había probado nada sólido desde hacía dos días. Posó una de sus manos sobre mi mejilla. Sentí un leve escalofrío.

-Te he traído verdura y pollo. Sé que no es fácil todo esto pero no puedes olvidarte de la comer.

-Gracias pero no tengo hambre, tía. Deberías preocuparte por tu salud.-me retiré un poco hacia atrás ojeándola de arriba abajo.-Mírate, cualquiera diría que hace días que no pegas ojo.

-No, estoy bien gracias. Ya dormiré luego-dejó de cogerme las manos.

Se quedó en silencio un rato. Después volvió a mirarme a los ojos. Parecía ella la hija afectada por la pérdida de sus padres en vez de yo.

- ¿Sabes ya qué dice exactamente el testamento de tus padres?

Aquella pregunta me pilló de sorpresa pues ni siquiera se me había pasado por la cabeza ese tema. ¿Pensar en el testamento? A duras penas estaba logrando sobrellevar la peor etapa de mi vida.

-No ¿por qué? ni siquiera sabía que habían hecho uno pero supongo que todos sus bienes pasan a ser míos ¿no?-deduje.

Margarett se quedó un instante pensativa. Luego se levantó con una tenue sonrisa.

-Vamos a comer, te lo explico mejor en la cocina.

Puse la mesa y ella colocó su bolsa en el centro sacando el cazo con la verdura y el plato tapado de carne.  Aunque no tenía mucho apetito el olor de ambos platos envolvió la cocina en un apetecible aroma que provocaría a cualquier persona las ganas de comer de inmediato. Después de servir el primer plato cogí el tenedor para empezar.

-Soy toda oídos.

Mi tía rebuscó en su bolso hasta sacar unas hojas plastificadas. Miré aquellos papeles al principio con vacilación. Me los acercó y finalmente los cogí.

-Tus padres me dieron una copia, la otra imagino que la tendrán guardada aquí.

-No sé donde podrían haberlo guardado.-respondí y me metí un poco de verdura en la boca.

Empecé a leer detenidamente reconociendo la letra redonda de mi padre. Al principio todo parecía decir lo que era intuitivo. En el caso que murieran ambos todos sus bienes pasaban a su única hija haciéndose cargo de los gravámenes que pudiesen arrastrar estos.

-Dice que me quedo con todo, el piso y el coche.-dije parando de leer para comer.

Margarett me invitó a que siguiera leyendo con un gesto.

-Te has parado justo en la parte donde empieza lo interesante.-comió de su plato.

Le hice caso y seguí leyendo mientras masticaba la verdura y bebía agua. Dejé el vaso sobre la mesa pero en un arrebato repentino mi mano lo volcó haciendo que la mitad del agua se esparramase por la mesa manchando.

-¡Anna!

-Lo-lo siento.-me mordí el labio cogiendo una bayeta y limpiando la mesa.-Pero no me puedo creer lo que acabo de leer.

Escurrí la bayeta en el fregadero sintiendo como el corazón se me había disparado por el acontecimiento. Y presentía que no iba a ser la última noticia del día. Volví a pasar la bayeta sobre la mesa secándola.

-¿Ya lo has leído todo? Eso es lo que han decidido tus padres, Anna-se puso carne en el plato.-Yo no puedo…

-¿¡Qué decisión es esa dejar los bienes a manos a una familia que ni conozco!? Y encima dejarme a cargo de ellos… Me esperaba cualquier cosa pero esto, JAMÁS. Soy mayor de edad y no necesito una nueva familia.

-Lo han hecho por tu bien para que ellos se encarguen de pagar la hipoteca del piso hasta que puedas independizarte cuando tengas un trabajo. Tu madre trabajó en casa de esa familia como enfermera y la apreciaban mucho.

Lancé la bayeta sobre la encimera y volví a sentarme con desgana. Suspiré.

-Sigo sin entender cómo han podido confiar algo así a una familia totalmente desconocida para mí. Quiero vivir contigo, no quiero aparecer en una casa de buenas a primeras y decir ‘eh, según el testamento de mis padres tenéis el deber de acogerme’ ¿por quién me tomarían?-expliqué seria enarcando una ceja.

Pinché un muslo de pollo en un golpe seco y empecé a cortarlo con ímpetu. Ni siquiera entendí el porqué de mi repentino afán por comer lo que había traído Margarett ya que en teoría debería haberme desaparecido el hambre. Estaba tan nublada pensando en el testamento que no tenía nada más en mi mente.

-Yo… ya sabes que apenas llego a fin de mes…-me recordó.

-Buscaré trabajo para no ser una carga para ti pero no quiero irme a vivir a un lugar donde no conozco a nadie. ¡Por favor! Esto es lo último que me esperaba-me entristecí.

Mis padres nunca me mencionaron a una familia llamada Ross en ninguna conversa, ni siquiera estaba enterada que mi madre trabajase para ellos. Lo único que sabía era que ejercía como enfermera sin entrar en detalles. Desconocía cuantos más acontecimientos me sucederían… Estaba visto que mi vida había dado un giro de ciento ochenta grados sin hacer nada. Margarett parecía tranquila como si aceptase sin replicas la última voluntad de mis padres. Terminé el pollo y recogí mi plato.

-No pienso moverme del piso. Aquí tengo a mi vida, mis amigos… ¿cómo han podido decidir esto mis padres sin decirme nada?

Se encogió de hombros.

-Es su última voluntad y allí estarás atendida. Son una familia extraordinariamente rica y no te faltará de nada.

-Sí claro y luego seguro me echarán en cara todo lo que me habrán dado. Prefiero ganarme yo sola la comida que me lleve a la boca y la ropa que me ponga. No necesito de nadie.

-Anna no seas tan orgullosa…Sabes que lo necesitas-levantó sus ojos ojerosos pero la miré con desdén.-por favor… verás que son buena gente.

-¿Qué sabes tú de los Ross? ¿Acaso los conoces?

Breve silencio. Quién calla otorga.

-Estuve de sirvienta unos meses y conocí a la señora Ross.-comentó recogiendo su plato.-Una mujer amable y atenta con sus hijos.

-No quiero aceptar nada de nadie. Si he estudiado es para conseguir un trabajo y ganarme las cosas por mí misma.-zanjé el asunto.

Punto y final. Margarett en cambió comenzó a explicarme con todo detalle acerca de cómo eran el señor y la señora Ross, a qué se dedicaba su empresa, los hijos que tenían, lo reconocidos que eran en todo Londres… Blablabla. No iba a cambiar de parecer. No me movería de aquí. Que llamase a la policía para obligarme. Saqué una manzana de la nevera y se la di.

-¿Te invitaban a comer?-abordé esa pregunta en medio de sus explicaciones.

 Mi tía asintió con ojos chispeantes desde que empezó a hablar de esa familia.

-Y me daban a veces extras para comprarme ropa. –dijo animada.-Seguro que te encantarán. No son como esas familias millonarias altivas.

Di un mordisco a mi manzana poco entusiasmada por lo que acababa de contarme acerca de los Ross. Sin embargo confusa de que se hablara de aquella forma sobre una familia millonaria. Más bien no estaba preparada para vivir con nadie.

-Además tienen dos hijos muy guapos más o menos de tu misma edad. Imagínate si te casaras con uno de ellos. ¡Sería genial!

Tragué de un tirón el trozo de manzana que tenía en mi boca. Tosí un poco.

-¿Tú solo piensas en dinero? Seguro que son unos arrogantes y niños pijos. Ni siquiera se fijarían en una chica como yo de clase media-baja.-me puse de pie enseñando la ropa que llevaba hoy y me removí mi melena oscura.- Descarta la idea tía. No voy a irme del piso-sacudí una mano terminándome la manzana.

Me dispuse a salir de la cocina pero Margarett me cogió de una mano. Me giré lentamente.

-Anna, al menos pruébalo. Cumple con la última voluntad de tus padres. –Hizo una leve pausa soltándome. Se la notaba cansada.-Cuando consigas trabajo en Londres y puedas vivir sola entonces te vas y te entregarán este piso y el coche de tus padres sin deudas.

Levanté la mirada hacia el reloj de cocina. El tic tac de éste fue lo único que se escuchó en los siguientes minutos y solté el aire acumulado, cediendo finalmente.

-Que conste que lo hago por ellos.

Mi tía amplió una sonrisa dulce dándome un abrazo. Rodeé los ojos.




Fin del capítulo 1.

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